Descritos por primera vez por Leannec, obedecen a las vibraciones generadas por el flujo sanguíneo turbulento derivado de un brusco aumento de la velocidad. Este aumento, al alcanzar un punto crítico, que es variable para cada estructura cardiaca o vascular, transforma el avance normal de la columna sanguínea, representado por un flujo laminar, en otro turbulento. A esto deben agregarse las vibraciones generadas por las paredes y otras estructuras sólidas por las turbulencias del chorro hemático y la gran velocidad de este último.
Al igual que los frémitos pueden ser de toda la sístole o diástole (holosistólicos y holodiastólicos) o sólo de la parte inicial (proto), media (meso), o final (tele) de cada una de ambas fases. Se denominan dobles, o en vaivén, cuando ocupan una porción de la sístole y la diástole, mientras que son continuos aquellos que ocupan la totalidad de ambas fases del ciclo cardíaco, que por lo general se acentúan durante la mitad final de la sístole.
La intensidad suele expresarse en diversas escalas, pero la que ha alcanzado mayor difusión ha sido la de Levine y Harvey (desde 1/6 hasta 6/6). El grado 1/6 significa que es un soplo de existencia dudosa (si hay más de un observador, no todos lo auscultan); grado 2/6, escasa magnitud pero indudable (todos lo escuchan); grado 3/6, soplo intenso, pero no produce frémito; grado 4/6, soplo intenso acompañado por frémito; grado 5/6, máximo soplo auscultable con el receptor del estetoscopio aplicado sobre el tórax; grado 6/6, soplo tan intenso que se percibe sin apoyar este último, es decir, se transmite a través del aire interpuesto.
Los soplos cardíacos se clasifican en sistólicos y diastólicos; a su vez, los primeros pueden ser eyectivos o regurgitantes, y los segundos, regurgitantes o de llenado.
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